Es paradójico que a Venecia se la conozca como La Sereníssima. Este apodo que significa “la más tranquila” lo ganó La República de Venecia, un estado independiente, poderoso y estable gracias que al Dux, el príncipe gobernante de la ciudad, se lo llamaba “sereno” durante la influencia bizantina, pero el término se popularizó cuando Venecia se independizó de Constantinopla. Pero Venecia, la reina del movimiento, es justo eso, todo lo opuesto a la calma. Y en tiempos navideños, en particular, es más ajetreada que lo habitual, más allá de que la ciudad quede sumergida en la bruma gris del invierno.
Mucho más que un árbol navideño dorado
Su misterio se enriquece, dotando a la Piazza de San Marco de un árbol gigante (este año de un dorado reluciente), una pista de patinaje en Campo San Polo, una celebración de guirnaldas que iluminan cada uno de los callejones, una ruta de pesebres que puede seguirse a lo largo de las más de 130 iglesias, mercados navideños en cada piazza, la regata de los Babbi Natale en el Gran Canal que llena con el rojo de sus trajes las aguas, los concurrentes, a bordo de las típicas embarcaciones locales, parten de la Punta della Dogana junto a la iglesia de la Salute y surcan el agua hasta la Pescheria, en el Rialto. Cada año, además, el 23 de diciembre, Papá Noel llega a la ciudad en góndola.
La fuerte tradición familiar de esta celebración coincide con el espíritu local: la mesa es grande, las generaciones se reúnen y los platos con energía se amontonan. La cena típica encontrará bacalao con polenta, carne hervida con salsa de rábano picante, risi e bisi: un plato de arroz y arvejas. También el risotto di gò: preparado con una especie de esturión presente en la laguna de Venecia, pasta e fagioli (fideos y porotos) y bigoli in salsa (unos spaghetti gruesos, cocinados en salsa de sardinas y cebolla). Una especialidad local es el panettone di tramezzini, una torre de sándwiches de miga de diferentes rellenos, que se recortan en forma de pandulce.
Odio la navidad
Todo este ajetreo pone de buen talante a los venecianos, tan amigos de las fiestas. A todos, menos a Gianna (interpretada por la actriz Pilar Fogliati), la joven enfermera protagonista de “Odio la Navidad”, una producción de la italiana Lux Video y Netflix. Hasta los 30 ella se sentía acogida por el evento familiar y la decena de tradiciones. Pero pasada la tercera década las presiones sobre su celibato empezaron a preocupar a toda la familia y a ser tema central en la cena de Navidad. El dilema empieza a tomarle su cabeza y sólo piensa en a quién llevar como compañía para el encuentro en casa de sus padres.
Mientras todo eso sucede, los ojos del espectador se distraen todo el tiempo: un puente fotogénico, una góndola que saluda desde lejos, callecitas como entramados se tejen entre los canales. Venecia y su archipiélago se despliega como quien no quiere la cosa… Uno de los atractivos mayúsculos de la serie de dos temporadas y una docena de episodios son las locaciones. Aquí un detalle de por dónde pasó Gianna con sus candidatos y su barra de amigas.
La pequeña Venecia: Chioggia
El neófito creo que la Serenissima es un grupo de manzanas sin calles e interrumpidas por canales, pero en verdad, se trata de un archipiélago con 118 islas, con una región insular casi continental y otra de ese modo propiamente dicha. En la maraña de todos esos encantos, siguiendo la línea larga que emprende el Lido casi como abrazando el continente, hacia el sudoeste, cuando casi se toca con el continente, aparece allí, colgadita, una ciudad que es una Venecia en miniatura. Chioggia es, precisamente, el sitio elegido para montar la vida de Gianna y su familia. Es el sitio que inaugura el primer capítulo con un pesebre en barca cruzando un canal.
El clima, las viviendas antiguas por fuera y ultramodernas dentro, los canales de San Domenico y Lombardo, los puentes pequeños y las naves circulando por los canales hacen de Chioggia una locación encantadora. Filmar allí para la producción significó no resignar el ambiente veneciano, al mismo tiempo que trabajar con más calma y menos invasión de turistas.
Caminar por el centro de la pequeña Venecia permite enfrentarse a la paleta variada de los colores de sus casas, perderse entre las conexiones de los puentes y el calmo vaivén del agua que trae con su cadencia antiguas historias. El espíritu de Chioggia es marítimo. Una larga calle puede mostrar su perfil de decenas de bragozzi, lanchas de colores amarradas en 45 grados delante de las casas de sus respectivos propietarios como si se tratara de un garage.
La Torre del Reloj fue en el pasado un faro y también torre de vigilancia. El mar aún hoy sigue siendo el protagonista del mercado de pescado que de martes a domingo se celebra en la Pescheria. Allí, no sólo de vende el pescado fresco, sino que se vive la charla cotidiana, mientras los propios pescadores tejen sus redes.
Corso del Popolo es la calle central, y por ella pasea Gianna con sus amigas. Piazzetta Vigo exhibe como un premio el puente mítico de la ciudad que se refleja en todas las fotografías. De un lado se ve el interior de Chioggia y su canal, hacia el otro se abre la Laguna de Venecia.
En el canal Vena se producen la mayor cantidad de escenas de encuentro de los personajes. Su fondamenta (la calle que rodea un canal) fue tomada para la serie como una vía transitada y bulliciosa. Su pórtico es un sello perfecto para dotar de carácter a las escenas.
El Ponte di Vigo, revestido con piedras de Istria, es un escenario natural idolotrado por los viajeros que se atreven a la ciudad. Es una especie de escalinata de bienvenida al recién llegado.
Las calles Fabris y San Giacomo a Vigo son locaciones que aparecen en la segunda temporada en charlas callejeras.
La gran Venecia: la genuina
Los recovecos elegidos para aportar el landscape de la genuina Venecia, la de los turistas y las palomas, no fueron clásicos. La producción optó por tomar dos joyas poco fotografiadas, pero que para los habitués son sello del tránsito por el Gran Canal.
Palazzo Grassi Naccari fue el último palacio construido en el Gran Canal antes de la caída de la República de Venecia en 1797. Edificado en piedra de Istria, se encuentra en el sestiere (el barrio) de San Marco. Surge de una producción en varias fases y su inauguración concuerda con el célebre Ca’ Rezzonico. Con la pérdida de todos los herederos Grassi, el sitio pasó a diferentes manos hasta que hoy se convirtió en un espacio de arte. Pero, en el trayecto, funcionó como hospital por un tiempo. Un destino que, se reedita en la serie como la clínica pública en la que trabaja la protagonista, con una reconstrucción ambiental perfecta.
Quizás una de las más antiguas de Venecia (dicen que se construyó en el siglo VIII), la Chiesa di San Martino, se encuentra abrazada por el barrio de Castello. Hay que saber buscar esta iglesia para encontrarla. Preside el campo (plaza) con su mismo nombre, como una de las tradiciones típicas: mini barrios centrados en una plaza, un pozo de agua, espacio para el encuentro comercial, las casas rodeándola y un templo tutelándola.
Apenas a unos pasos del Arsenal, puede pasar desapercibida por su fachada sencilla o porque otras atracciones cercanas la subsumen; por su fachada desnuda o quizás porque se encuentra cerca de atracciones mucho más famosas. En ella se conservan dos reliquias de San Martín de Tours: un trozo de túnica y una falange. Una tercera fue vendida para su restauración. Su vista actual es obra de Jacopo Sansovino, el célebre arquitecto y escultor veneciano. Su torre inclinada es un paisaje visible en varias de las tomas de la serie, sobre todo desde el Campo San Martín, dueño de una quietud particular tan cerca del corazón mismo de la Sereníssima.
El Véneto sin canales
Algunas locaciones de la serie se alejaron de las vistas tradicionales de agua en lugar de asfalto, y migraron tierra adentro, aunque sin abandonar el distrito. Sottomarina, por ejemplo, se asemeja a Lido en su perfil que incluye ciudad y playa. Es un destino vacacional requerido por los locales, con parques de juegos, espacios para practicar deporte y centros de clases de windsurf, canopy y cabalgatas. El fondo marino es toda una sorpresa allí: es posible observar las “tegnuè”, un tipo de arrecife natural creado por diferentes organismos como las algas rojas calcáreas. El destino es célebre por sus verduras de huerta, producidas allí mismo y por el pescado del Adriático. En esta locación el Hotel Mosella con sus colores de mar es presentado frecuentemente en las tomas.
Mira, por su parte, tierra adentro en el continente, integra una sucesión de aldeas a lo largo del Naviglio del Brenta. En una de ellas, en la zona de Riscossa, se erige Villa Widmann Rezzonico Foscari, una brillante mansión rococó del siglo XVIII, rodeada por jardines y que es una de las paradas del Burchiello, un romántico mini crucero que de marzo a octubre hace un recorrido por las villas venecianas de la Riviera del Brenta. En su interior se conservan frescos venecianos de finales del siglo XVIII de Giuseppe Angeli, alumno de Giambattista Piazzetta, y Gerolamo Mengozzi Colonna, discípulo de Tiepolo. Se luce en la segunda temporada.
Arroyos, puentes de piedra, caseríos esparcidos entre vides, una pequeña iglesia con frescos del siglo XV y allá en lo alto, el Castillo de San Salvatore. Todo esto es lo que ofrece Susegana, una localidad rural en Treviso, siempre sin salir del Véneto. El sitio es hoy una residencia privada, pero cobijó a la familia de los condes de Collalto. Se puede observar allí intacta con una doble cerca amurallada, como si fuera una fortaleza dentro de otra fortaleza. Es aquí donde Carlo invita a cenar a Gianna, como para completar estéticamente un circuito integral de estética veneciana que atrapa más allá del relato.
La producción italiana “Odio la Navidad” muestra una Venecia navideña, pero no todo es real; para descubrir los secretos de las locaciones recorremos los sitios en los que se filmó la historia LA NACION