Mónica Cuerbo, Alejandra Girardi y Gloria Togni caminan una mañana de abril divertidas bajo la lluvia como si nada pasara, y se ríen con ganas al borde del lago en uno de los senderos del Parque Nacional Lago Puelo, en Chubut. Dos de ellas tienen 68 años, la otra 63. Arranca el otoño y están cubiertas de cabeza a pies de camperas impermeables de colores, gorros, bufanda y zapatos de trekking. Viajan las tres juntas en una traffic por la Patagonia fuera de temporada y a pesar del mal clima, su espíritu está intacto.
Viudas de maridos jóvenes, Alejandra y Mónica perdieron a sus parejas durante la pandemia de Covid- “cuando aún no había salido la vacuna”, aclaran-, y Gloria quedó sóla recién el año pasado. A la semana recibió la traffic- una Mercedes Benz Sprinter- en la que planeaban con su marido remontar el río Uruguay e irse a Brasil. Todas eran viajeras frecuentes, pero por hábito lo hacían de a dos y no imaginaban que pasada la sexta década lo harían con amigas.
“Usémosla, usémosla”, dice Gloria que pensó cuando recibió la camioneta. “Esto es lo que Juan eligió, yo me la quedo y la voy a disfrutar”, se propuso. Así, sin dudarlo demasiado, decidió quedarse el vehículo nuevo. Ya vería cuál sería su primer viaje. Para cumplir su plan convocó a Mónica, compinche hace treinta y pico de años, y en una charla posterior espontánea le comentó a otra amiga. Aunque sus amigas no se conocían personalmente, estaba segura de que todo podía funcionar muy bien, las conocía bien a ambas. “Me voy de viaje con Moni, ¿te sumás?”, dijo. Alejandra no lo dudó, sin aún saber del todo el destino que encararían. Porque la idea era estar juntas, transitar el viaje y charlar. Al fin y al cabo, las tres mujeres de Necochea, Sierra de los Padres y Laguna de Mar Chiquita estaban en la misma situación.
“Lo sentí como un gran desafío porque era mi primer viaje sin mi pareja: no sabía cómo me iba a encontrar en ruta sin el apoyo del compañero con el que viajaba siempre”, dice Gloria. “Y fue realmente una experiencia linda porque me aseguró que puedo seguir con mi vida, viajar que me gusta tanto y sentirme bien viviendo el viaje con otras personas”, agrega. Como sucede con muchas mujeres de su generación, nunca había viajado con amigas.
Además de tener en común su viudez reciente, todas coinciden en que vivieron con sus compañeros “un gran y hermoso amor” cuyas historias recorrieron, “en segundas vueltas” muchísimos años. Gloria estuvo casada 37 años, Mónica 26 y Alejandra lo estuvo durante 22 años. “Vivimos amores de esos hermosos en que sos re feliz, ¿viste?,”, asegura Gloria. También eran todas muy viajeras, aunque lo hacían en exclusivo con sus compañeros.
Tan impulsiva como fue la decisión de salir a la ruta, fue de espontáneo el recorrido. Programaron poco, tampoco sabían muy bien hacia dónde se dirigían. Sólo debían empezar por una visita a un familiar en la ciudad de Neuquén y desde ahí arrancar al sur. Eso sí, cargaron a la combi todos los números impresos de la revista LUGARES de la colección que Alejandra tenía en su casa- y atesoraba- que cubrían los destinos que pensaban recorrer y que, dicen, les fueron de mucha utilidad. Finalmente, sin tener demasiado previsto de antemano, unieron tres puntos en el mapa- “¡siempre mapa papel!”- a lo largo de un mes y todo lo que sucede entre medio de las ciudades de Neuquén, Esquel y Península Valdés.
Gloria, la dueña de la combi, manejó todos los tramos. Era la que más segura se sentía haciéndolo. Siempre las acompañó, por supuesto, la música de Silvio Rodríguez. “Con estas copilotos me sentí espectacular, además la combi es muy cómoda, no te cansás con la postura de manejo ni en los tramos más largos de diez horas”, asegura. Y cuenta que eligieron siempre lugares seguros para transitar y no manejaron de noche, y sí, cada dos o tres días escribían a los hijos para que ellos estuvieran tranquilos. Con el paso de los días la caja de la combi se fue llenando, además de experiencias, de flora nativa que compraron en el camino.
Un viaje reparador
Gloria es profesora de educación física y artesana; Mónica, artista plástica y restauradora de arte sacro; Alejandra, psicóloga gestáltica y terapeuta bioenergética. “El apoyo emocional del viaje”, aseguran las otras dos. “Charlábamos en ruta mucho acerca de cómo nos sentíamos: el viaje sirvió mucho para comunicarnos y resolver cuestiones del duelo”, aseguran las tres.
Todo fluyó durante el viaje, no hubo una sola discusión. “Las tres tenemos una filosofía de vida parecida”, asegura Mónica. “Somos personas simples, sensatas, nos gusta lo sencillo, no solemos confrontar”, se describe. “Para embarcarse en este tipo de aventuras tenés que congeniar bien”, afirma. Dice Mónica que “cuando uno viaja con otros, aunque sean amigos, se traslada a otro entorno las 24 horas del día a compartir todo: lo más importante es el respeto y entender al otro, saber que somos todos distintos”. “Con eso en mente se puede funcionar perfecto”, agrega.
También cuentan que pusieron a prueba una enorme flexibilidad y capacidad de adaptación. Al salir a la ruta calculaban la distancia al siguiente destino y, aunque viajaban con mapa de papel, el alojamiento lo buscaban online. El viaje se fue armando y resolviendo al andar. “Fue un proceso bien presente”, aseguran. Además, el no plan les jugó a favor. La espontaneidad hizo que lo que sucediera fuera bienvenido.}
“Yo me aferro a una frase que repito mucho en mi espacio de trabajo, y es que siempre hay un beneficio secundario a la desgracia y hay que estar muy atento para poder tomarlo”, dice la psicóloga. “Habíamos establecido una red que tenía que ver con el profundo dolor que cada una de nosotras tenía, y unida a eso, nuestra energía vital de transformar el dolor”, detalla Alejandra. En su presentación escribe: “La pérdida de nuestros compañeros de vida fue un sentir que nos convocó a darle forma a una aventura que se transformó en un viaje, donde el compartir recuerdos, vivencias, experiencias se convirtieron en movimiento. Sueltas de expectativas fuimos diseñando un camino a medida que lo íbamos recorriendo… dándonos cuenta que las tres habíamos vivido una historia de amor que nos acompañaba y que por momentos nos condimentaba de melancolía, pero también de risas y experiencias, impulsándonos a que cada lugar se convirtiera en una nueva vivencia de tres mujeres que aceptan su realidad andando… Salir a la ruta, sentir que podíamos y que, si no, pediríamos ayuda, tomar decisiones, no sentir miedo, escucharnos, acompañarnos, descubrir nuestras diferencias, saber que llevábamos las penas con nosotras pero no nos impedían el disfrute…”.
Van por más. “El año que viene nos vamos para Jujuy, Salta y Bolivia”, aseguran las protagonistas de esta historia de inspiración.
Después de quedar viudas jóvenes durante la pandemia, decidieron hacer un primer viaje exploratorio y reparador. Salieron en una traffic a recorrer parte del país durante un mes. Van por más. LA NACION